Al norte el invierno transcurría lento e inexorable. Muy lejos de los montes, una mañana, en Krudho recibimos aquella extraña llamada:
- Nuestros invitados necesitan algo para detrás de su cabeza.
- Ok. Tendréis noticias.
Ya era primavera cuando llegamos al valle. Buscamos la casa de la galería y, tras los saludos rituales según la costumbre local, nos pusimos manos a la obra.
El trabajo no era fácil: un dormitorio a base de cuatro paredes, una puerta y una ventana. Realmente para flipar...
Pero lo cierto es que no cundió el pánico: teníamos la imagen seleccionada.
Antes de que los de la casa nos pusiesen la tercera cerveza, ya teníamos el cabecero en su sitio y la iluminación funcionando.
Y con éstas, la noche cubrió el valle. Nos insistieron y aceptamos la invitación: nos quedaríamos a dormir. Y sería con un Krudho detrás de nuestras cabezas...
Dulces sueños, amigos...